¿Está todo dicho en la ciencia?
Una cantinela típica de los escépticos es que "en la ciencia no está todo dicho" ("the science isn't settled"), queriendo decir que aún hay incertidumbres en la ciencia climática y por tanto las medidas para reducir las emisiones de CO2 son prematuras. Esta línea argumental revela una falta de entendimiento elemental de la naturaleza de la ciencia. En primer lugar, supone que la ciencia existe en un estado binario: que la ciencia no está establecida hasta que cruza alguna línea imaginaria después de la cual está finalmente establecida. Muy al contrario, la ciencia por su propia naturaleza nunca está 100% establecida. En segundo lugar, supone que un entendimiento pobre en un área invalida el buen entendimiento en otras áreas. Lo cual no es el caso. Para contestar adecuadamente a la pregunta "¿está la ciencia establecida?", en primer lugar se requiere un entendimiento de cómo funciona la ciencia.
La ciencia no trata sobre pruebas absolutas. Nunca alcanza el 100 % de certidumbre. Este dominio es el de las matemáticas y la lógica. La ciencia trata de mejorar nuestro entendimiento reduciendo la incertidumbre. Diferentes áreas de la ciencia se entienden con diversos grados de confianza. Por ejemplo, mientras que algunas áreas de la ciencia climática se comprenden con alta confianza, hay algunas otras áreas comprendidas con baja confianza, como el efecto sobre el clima de los aerosoles atmosféricos (partículas líquidas o sólidas suspendidas en el aire). Los aerosoles enfrían el clima al bloquear la luz del sol. Pero también sirven de núcelo de condensación que produce formaciones nubosas. La cuestión del efecto neto de los aerosoles es una de las grandes fuentes de incertidumbre en la ciencia climática.
¿Qué sabemos con alta confianza? Tenemos un alto grado de confianza en que los humanos estamos aumentando los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. La cantidad de emisiones de CO2 puede calcularse con exactitud utilizando estadísticas de energía internacionales (CDIAC). Esto está doblemente verificado utilizando mediciones de los isótopos de carbono en la atmósfera (Ghosh 2003). También podemos triplicar la verificación de esos resultados utilizando las observaciones del descenso de los niveles de oxígeno debido a la quema de combustibles fósiles (Manning 2006). Múltiples líneas de evidencia empírica aumentan nuestra confianza en que los himanos somos responsables del aumento de los niveles de CO2.
También tenemos un alto grado de confianza en la cantidad de calor atrapada por el aumento de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Por lo demás, esto se conoce como forzamiento radiativo; una perturbación en el balance de energía del planeta. Podemos calcular con relativamente alta exactitud cuánto calor se atrapa por los gases de efecto invernadero utilizando modelos línea por línea que determinan la absorción de radiación infrarroja en cada longitud de onda del espectro infrarrojo. Los resultados del modelo pueden entonces compararse directamente con las observaciones por satélite que miden el cambio en la radiación infrarroja que escapa al espacio. Lo que vemos en la Figura 1 es que el aumento observado en el efecto invernadero (línea negra) es consistente con las previsiones teóricas (línea roja) (Chen 2007). Estos resultados pueden también verificarse doblemente mediante mediciones en superficie que observan mayor radiación infrarroja volviendo a la superficie en las longitudes de onda de los gases de efecto invernadero (Evans 2006). De nuevo, observaciones independientes amplían nuestra confianza en el aumento del efecto invernadero.
Figura 1: aumento del efecto invernadero desde 1970 a 2006. La línea negra son las observaciones por satélite. La línea roja son los resultados modelizados (Chen 2007).
De modo que tenemos un bajo entendimiento del forzamiento de los aerosoles y un alto entendimiento del forzamiento de los gases de invernadero. Este contraste se refleja en la Figura 2, que muestra la distribución probabilística del forzamiento radiativo de los gases de efecto invernadero (línea roja punteada) y del forzamiento de los aerosoles (línea azul punteada). El forzamiento de los gases de invernadero tiene una probabilidad mucho mayor constreñida en un rango estrecho de incertidumbre. Y, a la inversa, el forzamiento de los aerosoles tiene una baja probabilidad que está expandido sobre un rango de incertidumbre mayor.
Figura 2: funciones de distribución probabilística (PDFs) de los forzamientos provocados por el hombre. Los gases de efecto invernadero son la curva roja punteada. El forzamiento de los aerosoles (albedo nuboso directo e indirecto) son la curva azul punteada. El forzamiento humano total es la línea roja contínua (IPCC IE4 Figura 2.20b)
La cuestión importante aquí es que un menor entendimiento de los aerosoles no invalida nuestro mayor entendimiento del efecto de calentamiento derivado del aumento de los gases de efecto invernadero. Los aspectos pobremente entendidos del cambio climático no cambian el hecho de que gran parte de la ciencia climática se entiende bien. Argumentar que el 5% que se entiende poco refuta el 95% que se entiende bien denota una comprensión errónea de la naturaleza de la ciencia.
Translation by Jesús Rosino. View original English version.